Voz del corazón que intenta amar
Si, si conozco, es mi
latido, no, es el latido del corazón del diablo, de su sensibilidad, que vibra en
dios. Es el deseo, la flauta, su cortejo musical, hecho para seducir a las
palabras con silencios líricos, magistrales, composiciones de bach y notas
exhorvitantes, si. No, pero no es el cielo la ultima palabra. No es el comienzo
de un laud que desciende, a su lado un querubín que toca el arpa y una multitud
de caballos aéreos, con amos de paja vestidos de reyes magos, amantes y
guerreros.
Voz del cerebro que busca el silencio
Momias de asfalto y
cemento se introducen por tu boca de director orquestal, y se atoran en tu
garganta. Huesos de pollo y guijarros y chicharras con mariposas azules
estripadas ahí, no entienden de alabanzas sublimes que interpretan tus
movimientos estrafalarios, entendibles solo a los ojos del sentir. ¡Pero no
sentimos! Nadie aquí, en esta sala de masajes metafísicos, ágora griega llena
de oscuros platonismos, logra sentirse, esta a la altura de ese amor glorioso
que nos es indiferente. Este lugar es un misterio de ladrillo y piedra antigua,
construcción engorrosa que amenaza con plantar un espanto encerrado en momias
antiguas hasta que la humanidad se acabe. Y que ni la arqueología más
sofisticada pueda descubrirlo.
Voz del sexo que quiere crear
Yo por mi parte protesto, y
decreto la vida como una explosión de amor llena de abismos y ángeles, cargada
de puertas y laberintos de Teseos y Minotauros. Decreto la vida como un canto
al silencio que diseña mundos en el vacío más fértil, guerras espaciales,
orgías de orgasmos supremos entre dioses indios, mezclados con mitología
griega, vírgenes y santos judeocristianos y celtas, paraísos mayas, incas y
aztecas, mezclados en unos, carrozas llenas de soldados, que viajan por las
nubes en busca de arcas perdidas que les darán la inmortalidad del alma. Yo
decreto a la vida como un canto espacial que germina en la tierra como un roble
de todos los frutos y animales que cazan sus presas como los caníbales cuando
se encuentran frente a frente con su alma gemela, buscada por tantos siglos y
décadas atrás.
Voz de la materia que se quiere espiritualizar
Yo por mi
parte renuncio a tocarte, muerte con mis labios posar sobre los tuyos, mi amor
de celofán, yo por mi parte, me escondo de tus anhelos más profundos de hacerme
divinidad en el momento menos indicado. La verdad es la luna más perdida en el
universo de tus caderas, cuando las estrellas que caen de tus ojos estallan de
felicidad, abriendo aromas al infinito, al canto de la realidad. Y más que un
deseo, una crecida de río que invade de luz la tiniebla de mis huesos al
sarpar, es el tiempo que el oso hormiguero se toma para comerse la hormiga que lo
va a sacar de su hambre de hiena voráz.
Voz del espíritu que se quiere materializar
A mi que me
giren los espejos, parabrisas extractores de falsa libertades, Que me dejen con
el agua cristalina de la sabia musical que recorre el tallo de la suciedad
hasta dejarlo de una limpieza artesanal lista para ser ofrecida a la voz más
diáfana que habla tras el silencio del loro parlanchín. ¡Yo soy la risa y
también soy la seriedad!, a mi que me descubran los estruendos del relámpago
hasta despertarme del sueño de la ceniza en vuelo firme hacia ningún lugar. Yo
soy e número muerto que habla y suelta versos cargados de vitalidad como burbujas de
humbo blanco que al estallarse forman cantos de ruiseñor y festines
folclóricos, y celebraciones de magestuoso carnaval, emanando figuras de todos
tipo de seres que danzan al unísono, celebrando el fuego de la totalidad.
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