¿Qué pasaría si un día, sin previo aviso, despiertas…
y la verdad —esa verdad que estuvo oculta desde el inicio de los tiempos—
te es revelada sin filtros, sin máscaras, sin anestesia?
¿Qué pasaría si lo que creías como sólido y eterno,
era en realidad un teatro de sombras cuidadosamente diseñado?
Y si, de pronto, descubres que Hitler… no era el villano absoluto.
Que tal vez, peleó contra algo más grande, más oscuro,
y que la historia fue escrita por los vencedores...
los que manipulan, controlan y se sientan sobre tronos invisibles de poder.
¿Qué pasaría si tu religión... esa en la que fuiste criado,
esa que te prometió salvación y sentido…
es solo un fragmento distorsionado de una historia más vasta,
una reinterpretación de verdades milenarias,
despedazadas y reconfiguradas según conveniencia?
¿Y si tu ciencia —la misma que te enseñaron a venerar como la nueva fe—
no es más que una herramienta limitada, incapaz de explicar el alma?
¿Y si el materialismo, el darwinismo, el creacionismo,
son simples lentes con los que se filtró una realidad mucho más compleja?
¿Qué harías si toda tu construcción mental se desmorona,
como una torre de naipes ante el viento de la revelación?
¿Se caería tu religión?
¿Se derrumbaría tu ciencia?
¿O permitirías que todo ese conocimiento anterior mutara,
se expandiera y floreciera en algo más profundo?
¿Te asustarías?
¿Huirías de vuelta a tu zona de confort?
¿Te aferrarías al dogma para no morir de miedo?
¿Permitirías que la disonancia cognitiva hiciera su trabajo,
bloqueando toda información que incomode, que sacuda, que transforme?
Tal vez tu cerebro, en su programación ancestral,
interprete esta verdad como un peligro.
Porque a nivel animal, ser expulsado de la tribu
—por pensar distinto, por cuestionar—
es equivalente a la muerte.
Muerte simbólica. Muerte del ego. Muerte del personaje.
¿Y si tu mente se protege,
y desestima la revelación como locura?
¿Y si dice: “Eso solo lo piensan los confundidos, los desquiciados,
los drogadictos, los poseídos por demonios”?
Pero… ¿y si no es locura?
¿Y si es verdad?
¿Estás dispuesto a pagar el precio?
Porque conocer la verdad implica renunciar a todo.
A tu sistema de creencias.
A tu lugar en el mundo.
A tu identidad construida durante toda una vida.
Es un apocalipsis.
Un derrumbe absoluto del yo.
Y entonces… en medio de ese desierto,
nace algo nuevo.
Una nueva humildad.
Un nuevo asombro.
Una sed distinta.
No de repetir lo que otros dijeron,
sino de buscar. Sentir. Vivir. Experimentar.
Y tus antiguas verdades…
¿pelearán contra las nuevas?
¿O podrán reconciliarse, como dos amantes heridos que se abrazan al fin?
Un nuevo sistema se abre.
Una red de conocimiento espiritual, oculto, olvidado, silenciado…
espera ser redescubierta. No solo pensada, sino vivida.
¿Y si, como en el mito de la caverna de Platón,
ves la luz, sales al mundo real, y cuando regresas a contarlo,
tu tribu te condena, te expulsa, te llama blasfemo, loco, peligroso?
¿Estás listo para que tu vida cambie para siempre,
solo por atreverte a mirar?
¿Y si esto es lo mismo que ocurrió en el Edén?
Adán y Eva no fueron expulsados por desobediencia…
fueron desterrados por conocer.
Por atreverse a ver lo que no debían.
Por desenmascarar algo… muy turbio.
¿Y si Dios no es lo que pensabas?
¿Y si no está tan interesado en alabanzas, en liturgias vacías…
y se cansa del ruido de sus fieles?
¿Y si Dios cambia de forma, de religión, de rostro?
¿Un día panteísta, otro día chamán,
al otro, terapeuta, físico cuántico o estrella en extinción?
¿Y si es ateo? ¿Y si se ríe de nuestras etiquetas?
Y si… solo si…
el Dios verdadero habita en cada pregunta,
en cada duda,
en cada grieta del sistema.
¿Estás dispuesto a buscarlo ahí?