En el cielo hay un espectáculo que nos perdimos
Una fiesta que no vivimos
Celebración a la que no seremos invitados
Sino hasta después de muertos
El desorden de las piedras
Del río que fluye
El rostro de una sirena
Expide luz que enceguece
Luego el asfalto de una ciudad
Como castigo de los dioses
Abruma el momento
Ahoga el grito
De la libertad
Serafines sobre mis cabellos
De emperador chino
Las llagas del pasado
Supuran cenizas
Son los rezagos del miedo
Se mueven las nubes
Sobre mis cabellos frondosos
De medusa
Fabricando fantasías
El tiempo, desgrana segundos
Y los segundos, instantes
Pedazos de eternidad
Multiplicándose
En seres con
Aspectos diversos
La muerte seduce ingenuos ateos
El hocico de Dios, ruge sombras
Que emanan escrituras sagradas
Yo me despierto de la nostalgia
Hay –sobre nosotros mismos-
Una joya que sangra luz blanca
Fardos de pompas de agua
Que estallan en lienzos mentales
Estaciones climáticas hacinadas en la pupila del conejo
Debatiéndose, la corona del misterio
Ríos púrpura
Conducen gestos de sabiduría
Hasta el océano de la ignorancia
Llueven caballos y centinelas
Con báculos de Zeus
En el cielo hay un espectáculo que nos perdimos
Una fiesta que no vivimos
Celebración a la que no seremos invitados
Sino hasta después de muertos
El placer de amar y ser amado
En la voracidad de los espejos
No descansan los instantes
En la osamenta de lo eterno
La vida fluctúa
Se resbala por acantilados de hielo
Su fragilidad ilumina
El camino rocoso del austero
En el cielo hay un espectáculo que nos perdimos
Una fiesta que no vivimos
Celebración a la que no seremos invitados
Sino hasta después de muertos