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lunes, 3 de octubre de 2016

EL ALMA DE LA ESCARCHA Un escrito de Nicolas Jiménez




Llueve a cántaros en el país de la nostalgia. El reloj marca las 10, manecillas trabadas...El tiempo es una sucesión de instantes, y la voz de la locura está atrofiada. Cuando desperté, mi voz se había ido como un pájaro en cable eléctrico que alza vuelo. Tiembla en mi interior y evacuan los nervios, a zancadas desordenadas, provocando accidentes espirituales. 

Pienso y pensar ya no es pensar, la luz de las estrellas se apagan. El inmenso silencio no entra por la puerta de esta casa. Rezo por el templo para que vuelva a mí. La respuesta que recibo es un compás musical que marca el ritmo de mis letras, para la composición de estas palabras. Me pregunto si existo, y ruge el vientre de las mariposas disecadas. En mi vientre hay una pizarra donde un psicópata las clava. Coleccionista de amor. El psicópata soy yo...

Pero advierto entonces, que el amor nunca fue en vano. Uso al bolígrafo como instrumento manipulado para asentarme en el presente. No huyo sino reafirmo, la naturaleza efímera de mi existencia. No me apego al cambio ni a la idea. EL cambio es sucesión natural y espontánea. Aunque a veces bloqueo mi expansión con pensamientos negativos que gatillan emociones inestables que construyen fantasías en mi mente por naturaleza creativa. Y las interpreta con trágicos símbolos...

Mi soledad ya no es MI soledad. Mi soledad es colectiva. Generosa, altruísta y sobre todo artística. 

Esta banal ilusión de ser un átomo separado de los otros, es un mito...Un cuento infantil que terminé creyendo de manera literal. Pido, entonces, por las almas sobreidentificadas a esta historia, que puedan lograr su desidentificación proyectada en la ilusión que provoca sufrimiento. -Como un psicoanalista con toga de santo- Bendigo la proyección que me ha tocado introyectar.

Me separo de la soledad enquistada como una cadena perpetua, me acerco a mí como un encuentro con la libertad refrescada. Porque yo soy mi propia verdad, fuente de amor infinito, bálsamo de tinta luminosa que da vida, inclusión y dulce existencia. Ante mis ojos el altar de los muertos atraviesa la mirada, y más allá el horror del vacío, me abraza con el alma de la escarcha.



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